Saturday, November 15, 2008

Te vi caminar abatido, cabizbajo, a tu lado estaba tu mejor amigo, no lucia mejor que tu.
Me acerqué y les pregunte que pasaba, los dos me miraron con una tristeza palpable. Respondieron que un amigo había muerto. Te tomé con un brazo, apoyandote a mi, te ayudé a caminar y te recargue en la pared. Tome tu rostro en mis manos y te besé en la boca. Te besé y te obligué a besarme, fueron besos lánguidos. Vaya primer beso.

Me rendí, no iba a obtener más de ti en ese pobre estado. Dirigí mi boca a tu cuello y ahí te volví a besar, tu solamente te dejaste caer pesadamente sobre mi, me dí cuenta entonces que tu habías llegado a tu límite. Fue ahí cuando te tomé entre mis brazos y te cargué hasta ese cuarto común dónde dormían todos esos muchachos. Llegué hasta tu cama y Antonio ya estaba recostado en la suya. Le sonreíste. Ayude a que te sentarás en tu cama y me preguntaste que si quería quedarme o que si me iba a marchar. Yo no respondí, sino que me senté entre tu cama y la de Antonio, ahí me quedé mirando a todos. Me sentía como un extraño, yo no tenía porque estar aquí, pero aquí estaba yo.

Pasó buen rato hasta que te pudiste reincorporar, miré cómo ibas de un lado a otro, la habitación era bastante grande. Empezaste a desvestirte y me miraste inquisitivamente, negué con la cabeza. Yo había llegado para quedarme. Al mirar que te quitabas tu ropa interior volví mi mirada a otro lado, luego de reojo te miré desnudo, me cubrí los ojos, pero hice trampa también. Llegaste en todo tu esplendor a tu cama, sonriente, cómo nunca te había visto. Te acercaste a mí, despacio, con los labios entreabiertos, yo sentía que iba a explotar.

Y entonces... desperté.

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